sábado, 15 de mayo de 2021

La orden secreta y los arquetipos junguianos, un apunte brevísimo sobre cómo colocar referencias literarias en un cuento, el caso de Wotan

Jorge Sánchez Jinéz

 

El cuento televisivo La orden secreta,, distribuido por Netflix, cuanta con un par de temporadas, a donde se enfrentan dos grupos secretos, por un lado, la orden secreta, La orden hermética de la rosa azul -la Orden-, y por otro, los caballeros de San Cristóbal, un pequeño grupo de hombres lobo, incluida una chica), dedicados a combatir a sus enemigos; los protagonistas de ambas se verán enfrentados y con dinámicas que los pondrán, de un lado y otro, al pasar los capítulos, pues aunque al principio parecen enemigos, estos últimos terminan uniéndoseles, con la intención de protegerlos “de amenazas internas y externas”, mediante la firma de un contrato extraño y mágico, que los pone en esta posición, política, por decirlo así.

La historia se centra, un tanto, en Jack, y en Alissa, enamorados; por lo demás, la verdad, la trama está, digamos, bastante balanceada, al grado de no contar con algún protagonista específico, podría decirse que la historia misma es la protagonista, es una de esas historias, a donde, curiosamente, hay un balance interesante y rico entre la trama y los personajes, ni lo uno ni lo otro pesa más. Como sea, todo el resto de los personajes constantes: Edward Coventry, Gran Mago, reemplazado después, por Vera Stone, la Gran Maga; los caballeros de San Cristóbal-hombres lobo: Randall, Lilith, y Hamish; el lobo y la aprendiz de bruja Jack Morton y Alyssa Drake.

En algún punto determinado, los hombres lobo, los caballeros de San Cristóbal, ya integrados a la Orden, enfrentarán a un demonio que –despertado por algún mago antiguo–, será capaz de causar una gran catástrofe, su nombre es Rowan, y fue el causante de la segunda Guerra Mundial (en la ficción). Ahora bien: ¿quién es Rowan? Necesitamos detenernos aquí, para este este momento de la trama, Jack ha experimentado, a causa de una especie de desmayo, el encuentro con un mundo invisible, secreto e insustancial: el inconsciente colectivo, de Carl Jung, según mencionan los propios personajes; es de conocimiento general que, precisamente, el inconsciente colectivo es a donde se alojan los arquetipos. Y, también, que Rowan es, precisamente, uno de estos arquetipos. Pero ¿qué arquetipo es? Nada más y nada menos que Wotan, un arquetipo postulado y referido por el propio Jung (en la vida real), en su texto homónimo[1]: un demonio poderoso, que en ocasionó la segunda Guerra Mundial; así, la referencia, de uno a otro es inminente, aún más, teniendo en cuenta la mención del inconsciente colectivo de Jung. Este autor define a Wotan bajo distintas referencias, nos advierte de su presencia, en sacrificios animales, de jóvenes alemanes, así como en escritos de Nietzsche:

 

Quiero, Desconocido, conocerte,

a ti que penetras en lo hondo de mi alma,

que pasas cual tormenta por mi vida.

 

Y en Hans von Wolzogen:

 

Desde la mañana, armado con su escudo, un gigante viaja,

y así, furioso, el gusano del mundo se encabrita:

fustiga a las olas, gritan los númenes

ávidos de cadáveres, pues la Nave de los Muertos ha partido.

 

Este es Rowan, que, dicho sea de paso, suena muy parecido a Wotan, un cuasi anagrama, un truco frecuente en la literatura, homenaje de un personaje, autor o información que se lee entre líneas; en el caso de La orden, se trata, de un dato –una información– psicológico: los arquetipos, en especial el Wotan, el lado a sombrío que teorizó Jung y que en la serie de televisión aparece con el mencionado cuasi anagrama; de este modo, la relación queda señalada: Rowan y Wotan son el mismo. Aunque, como en otros capítulos, no se vislumbra una catástrofe (no es el objetivo y, curiosamente, tampoco se necesita para mantener la tensión narrativa). Finalmente, pues, allí queda la técnica –la intertextualidad, diríamos en literatura–, sobre cómo los personajes de nuestras historias pueden, claramente, argumentarse desde algún enfoque psicológico, mantener y alimentar nuestra narrativa, en el papel, o en la pantalla, logrando, así, la inserción de dicha referencia literaria: un dato dentro de una historia.

 


[1] Es importante recordar que el texto citado aquí se titula Wotan, escrito por Jung, y se encuentra en el volumen 10, Civilización en transición de sus obras completas, en español.

 

        





viernes, 14 de mayo de 2021

 El enamoramiento en Ghost, la sombra del amor

Jorge Sánchez Jinéz

 

El enamoramiento, ese evento ya singular, de corte humana, lo detecté por primera vez en lo infancia, no en mí, como ocurren en la harto conocida visión de José Emilio Pacheco, Las batallas en el desierto (¿sería un enamoramiento como el que vamos a plantear aquí? No lo sabemos, pero, de hecho, sabemos que Carlitos le confesó su amor a Mariana). Ahora bien, volviendo al tema, lo escuché por primera vez en mi infancia, en alguna estación de radio de la vecina, una mujer hablaba con el locutor y le decía, más o menos, que no podía olvidarlo a él, a su amor, o así lo entendía yo. Como sea, el caso es que, más allá de las palabras, notaba un tono, ese tono, el del enamoramiento, y no fue sino hasta varios años después que, ahora sí en mi piel, sentí dicha pasión, pero esa es otra historia, porque quiero recalcar ese enamoramiento especial (todo enamoramiento lo es), del cual parece haber algo más: el alma gemela dicen quienes andan en los avatares de las vidas pasadas, anteriores, o desde la psicología, el inconsciente colectivo; el alma gemela, esa experiencia, más allá del enamoramiento común; muchos nos hemos enamorado, pero bien sabemos que ese enamoramiento tiene algo de especial, no se repite, no sólo en el sentido de que cada persona es única, sino que, precisamente, uno siente que hay algo distinto, más allá de otros enamoramientos, uno lo sabe; de allí frases como: no puedo dejarlo, siento que lo conozco de otro tiempo u otro lugar, etc. (y, ojo, que la cuestión va más allá de la dependencia, la patología o el apego). A lo que quiero llegar, pues, es a diferenciar ambos enamoramientos, insistir, uno siempre pasa por esto, pero aquí hay algo más especial (todos lo son); en mi caso, cuando la conocí, sentí que una burbuja se reproducía alrededor de nosotros –una cuestión meramente energética–, y ella lo confirmó diciendo: siento que estamos en otro lugar; solo nos tomábamos de las manos, nada más, y allí el cielo estaba presente. Era la experiencia contada por la señora del radio.

En cuanto al tema que nos trae aquí, hablaré de Ghost, la sombra del amor, del director Jerry Zucker, con los actores Patrick Swayze, y Demi Moore, como protagonistas, acompañados por Whoopi Goldberg; la trama engloba la historia de Sam y Molly, quienes viven en Nueva York, enamorados; él muere y, gracias a una intermediaria, se comunica con ella.

Sumado a la trama, quisiera destacar el tono del cual hablaba hace un momento, ahí está. A diferencia de otros amantes, que huyen cuando encuentran el amor, estos no, pero la muerte los aleja, y al mismo tiempo, los une, dejándolo a él, finalmente, marcharse hacia el más allá; por supuesto no es un amor completo, no en esta vida. Pero hablando del tema, ahí está; no hay desprotección como en el amor cobarde que postula o teoriza Clarissa Pinkola Estés (también habla de cómo solucionarlo), o del amor verdadero, pero en riesgo, del que habla Octavio Paz.

No, Ghost no habla de eso, sino de la concreción del amor, a pesar de la muerte, y habla, aún más, del amor de las almas gemelas, para quienes crean en ellas; o de un amor muy profundo, del que escuché en la radio, cuando era niño, para quienes no crean en otras vidas, pasadas; el caso es que ese enamoramiento tiene otro tono, que ya lo descubrirá quien lo viva, quien escuche, y no (o necesariamente), quien lea acerca de ello. Finalmente, –no obstante, como paradoja–, baste recordar, en el tema del enamoramiento, Ghost, la sombra del amor.

 

Nota post

Ya sea que la persona se vaya, se quede, se nuestra aquí o allá, que se complete el amor, la segunda recomendación, que no puede dejarse pasar es el soundtrack de la película, Unchained Melody, adaptada de su versión instrumental, con letra, por los Righteous Brothers. 


martes, 11 de mayo de 2021

Cinco cuentos sobre vida después de la muerte, reanimación, resucitación

Jorge Sánchez Jinéz

 

En este primer apartado tendríamos que empezar, necesariamente, con un cuento de la escritora británica J.K. Rowling, por demás conocida gracias a su saga sobre Harry Potter, que en está ocasión nos servirá de referente para hablar de otra de sus obras, un compendio titulado Los cuentos de Beedle el Bardo, una colección de historias breves, una de ellas es el objeto de este tema: El corazón peludo del brujo, un cuento sobre el amor más allá de la muerte que un mago sienten por su amada, pero que, no obstante el intento de este por traerla de vuelta a la vida, fracasa; desde luego, el mago mediante el uso de una piedra maravillosa que gira en su mano, intenta dicho artilugio, que falla, pues la amada aparece sólo un momento en el mundo de los vivos, pero no pertenece a él; como la propia Rowling argumentaría, no hay artilugio capaz de regresar a los vivos a este mundo. Cómo sea, bien mencionaba al inicio que este relato es el punto de partida para hablar de otros.

El siguiente cuento que me viene a la memoria es Herbert West, reanimador, de H.P. Lovecraft, escritor estadounidense, creador del llamado horror cósmico -que debe su nombre, precisamente, a los encuentros, sucesos y aventuras que los personajes de sus historias experimentan con elementos de universos desconocidos, seres inter dimensionales, y elementos mágicos, entre otros-. Cómo sea, en esta historia Lovecraft narra la vida de un joven médico que, junto a su compañero y ayudante, logra experimentar en los cuerpos de muertos. El médico practica distintas técnicas de reanimación, para devolver la vida a los seres ya extintos; quiere, por decirlo así, resucitarlos, restituir el soplo de vida que tienen los vivos, y los muertos no; como sea, West, consigue hacerse con numerosos cuerpos a lo largo de su carrera como médico y reanimador (numerosos, considerando lo difícil que resultaría tal acción); West obtiene cadáveres frescos de distintos lugares como la propia facultad, y, más adelante, de alguna guerra, en la que, precisamente, encuentra el cuerpo más recientemente fallecido, y al cual le aplica una técnica que lo hace proferir un horrible y estremecedor quejido, que lleva a éste a levantarse y, finalmente, a estremecerse y matar a su propio creador.

Un tercer cuento, más bien versión cinematográfica, del tema, es la serie Fringe, creada por J.J. Abrams, quien, junto con un amplio equipo ha desarrollado una historia compleja sobre ciencia y los límites que implica en la vida cotidiana, pero, sobre todo, en casos policiacos, que la agente Dunham resolverá junto a Peter Bishop, y Walter Bishop, padre de este último y científico loco, a quien sacaron de su encierro, un manicomio, de manera expresa para esta situación. Dunham, es ayudada, también, por otros personajes como Charlie, policía y compañero suyo; algunas sorpresas, por cierto, se encontrarán allí. En fin, una seria cautivadora, en cuyos capítulos, o que, en uno de ellos, explorará el tema de la muerte después de la vida, o la reanimación: una experiencia de la cual logran rescatar un cuerpo, analizan sus pupilas para encontrar los últimos instantes de vida; la compañía encargada del trabajo es Massive Dynamic.

El cuarto cuento, o historia novelada es Frankenstein, de Mary Shelley, quien, en un invierno, encerrada con unos amigos se propuso el reto de relatar una historia sombría, cuyo resultado es, y fue para ella, Frankenstein. La trama, harto conocida, relata la vida del doctor Víctor Frankenstein, estudiante de medicina, cuya labor se centra, en algún momento de la historia, en recrear un ser (no un ser humano), a partir de retazos de cadáveres, de seres ya fenecidos; estos mismos seres, parecen ser el reflejo de lo que busca el engendro (jamás denominado con el nombre de su creador, como ha mencionado la cultura popular: él es el creador, no la creación); así, el monstruo se revela frente a su inventor, y acarrea desgracias donde sucumben los integrantes de su familia; la novela concluye con la muerte de Víctor Frankenstein, mientras que el monstruo, arrojándose en el mar, para perderse, queda en el total olvido.

La tradición popular nos ha traído la resurrección de Cristo (Jesús convertido o alcanzando el estado crístico, Jesús Cristo), como la más conocida de las categorías aquí dispuestas: la resurrección. Y más allá de los evangelios, los cuales, no obstante, hablan de este hecho primordial, Jesús es el redivivo más celebre de la historia, no reanimado, como en los casos de West o Frankenstein; ese es Jesús, el Cristo resucitado, de quien hemos dicho ya que el cristo es un estado de conciencia, un modo limpio y puro de ser y estar en el mundo, aun cuando él no es del mundo. Como referente literario, tenemos la Biblia, cuyo significado es el Libro, y que alberga los eventos posteriores al hecho: la aparición a María y los apóstoles, luego de lo cual Jesús ascendió al cielo, en cuerpo y alma, trascendiendo, así, la vida después de la muerte.




miércoles, 5 de mayo de 2021

 De zombis, muertos vivientes, y no muertos

Jorge Sánchez Jinéz

 

El día de hoy quisiera abordar un tema que, en lo personal, me causa estragos, quizás por mi condición personal, de aún no sanación completa, o insuficiente para responder a algunas condiciones violentas sobre la vida, injustas, o quizás simplemente terroríficas. Pero vayamos a ello, porque más que una cuestión personal, insisto, el día de hoy quisiera hablar del tema, desde la metáfora, desde la literatura, como ya es costumbre, pero enfocada al cine (recordemos que toda serie película o producción, tiene, antes que nada, una producción escrita, un guion, literario, o no, pero un guion). Como sea, empecemos con la cuestión del zombi ¿Qué es el zombi? ¿Quién es el zombi? Es un muerto viviente o un no muerto, las alegorías abundan, y podríamos enumerar montones de ellas para explicarlo: un ser no vivo, un ente que navega entre la vida y la muerte, o que vive a medias; esto, traducido a la vida cotidiana, sería un oficinista, dice Alejandro Jodorowsky (aunque no necesariamente cualquier oficinista, los hay, y los habrá que disfruten su trabajo y estén vivos); pero, hablando un poco más allá de la forma, podría tratarse de cualquier persona que, anestesiada en su dolor, ya no se dedica a vivir, sino a sobrevivir, y de allí la figura del zombi (toda alegoría es una condición humana). Todo es metáfora, podríamos, incluso citar a Lacan. Volviendo al punto, sea, quizás, necesario realizar una breve clasificación de estos tres aspectos, de estos tres seres condenados (aunque sea temporalmente), a la condición de seres humanos repelidos por el dolor, ausentes de la vida (¡qué dramático!). Empecemos pues, con los zombis. Zombis, seres de categoría inferior a los humanos, normalmente, nacidos o renacidos a partir de un experimento científico fallido, un virus, o, simplemente, de origen desconocido; suelen morder, arrancar el pedazo, sangran, babean, gruñen, y aunque lentos al caminar (de ahí también que les llamen caminantes), si te alcanzan, será tu fin; las versiones conocidas y reconocidas van desde la enigmática y paradigmática La noche de los muertos vivientes, de George Romero, (en su versión en blanco y negro, ¡fantástica!), hasta The Walking Dead, con sus más de nueve o diez temporadas (¿alguien sabe en qué temporada vamos y si ya terminó?); sumaríamos a ellos, según investigué, el propio video Thriller, de Michael Jackson, montones de películas de reciente creación, y alguna novela española, donde los zombis brotan como plagas; en fin, hay montones de versiones, y agotarlas, parece imposible, pasemos, mejor, a la siguiente categoría. Muertos vivientes; aunque podríamos incluir aquí a los mismos zombis, sólo me gustaría diferenciarlos porque éstos vuelven a la vida, gracias a la intervención de un mago o brujo que, mediante encantamientos, es capaz de revivir a un persona y hacerse con su voluntad; el hecho, histórico, metafórico o real, sucede, en efecto, en Haití, y consiste en encantamientos, rituales, o hechizos capaces, de levantar a una persona luego que su condición de muerte, de allí su nombre; ese es el origen del zombi actual, como muchos lo conocemos, el que se arrastra, muerde, y no muere, salvo algún disparo en la cabeza. Llegamos por fin, a la tercera de nuestras categorías. Los no muertos, hijos todos de Drácula, encuentran su origen en este ser, nacido entre la realidad y la ficción. Inmortalizado por Bram Stoker, el vampiro más conocido de la literatura, el cine y la cultura popular, encontró su primera publicación en una novela escrita a base de cartas. A partir de allí han surgido innumerables versiones y adaptaciones, tanto literarias como cinematográficas (por ejemplo, la serie creada por Anne Rice), y a su vez las adaptaciones pertinentes de ésta última… una muy divertida, ya no de Rice, sino de Drácula, es El conde Pátula, una caricatura de finales de los ochenta, y principios de los noventa. Una última referencia sería La historiadora, una investigación documental, novelizada por Elizabeth Kostova, de quien hablaremos en otra ocasión, por merecer atención su interesante El rapto del cisne, una historia sobre un paciente mudo, por condición –mutismo, en realidad–, y cómo su terapeuta va en busca de la solución para que confiese un secreto o el secreto de su falta de habla. Como sea, he mencionado este último dato, aparentemente alejado del tema, porque, en realidad, esto nos lleva al origen del artículo: la metáfora del dolor humano (y su propensión al ataque), colocada en la figura o figuras del zombi, el no muerto, y el muerto viviente. Pues bien, retomando a Jodorowsky, éste coloca en algún lugar de sus redes sociales, un post donde dice algo como: Maestro, ¿por qué tienes tantas cicatrices? Porque los que sufren muerden, responde el maestro. Bien, esta es la respuesta, el origen, quizás, de muchas de las creaciones que acabamos de enumerar y clasificar (una clasificación propia), y del origen, también de este artículo: las mordeduras de estos monstruos o de las zonas monstruosas de otros seres humanos y de las que, muchos, hemos sido víctimas, o simplemente, receptores de ello, representarían lo que Stephen King denominaría La zona muerta, metáfora, también, de estas zonas anestesiadas del ser humano que, a veces, hacen morder a los otros, y a esos otros, escribir sobre el tema... en fin, una espiral o círculo que parece no tener fin, y que, para terminarlo, simplemente recomendaremos las lecturas mencionadas para un disfrute más allá de lo que, en lo personal, cada uno pueda vivir.

 

Nota final

Por ahora no sé dónde cabrían otros engendros, como Frankenstein (¿no muerto, muerto viviente o zombi?). ¿Tú dónde lo pondrías?



Universos alternos en la cultura azteca ¿Qué son los universos meta prehispánicos? Jorge Sánchez Jinéz   Se trata de una propuesta t...