miércoles, 4 de agosto de 2021

 Bloodline, zombis, psicópatas, y cuentos de hadas

Jorge Sánchez Jinéz

 

El concepto en literatura, o más precisamente en creación literaria, tal como lo aprendí, en lo personal lo aplico tanto para mis textos como para la crítica o comentario, y/o revisión de otros textos; se refiere a la idea central de la historia; qué sucede, cómo sucede, y las implicaciones; ejemplos de ello, son estos: la amistad, el odio, el amor, la desolación, etc. Dista, este concepto del género o subgénero literario, es decir, ya se trate de cuento, novela (las grandes narrativas), y de ahí, marcharíamos hacia otros como ciencia ficción, histórico, realista, etc.; esta es, pues, una clasificación propia (pero seguramente aplicada y teorizada desde otro punto de vista, enfoques). Como sea, este concepto me ha sido altamente clarificador, como ya mencionaba, pues me permite ubicar, desde lo más sutil a lo más brusco o grueso de los cuentos, el último ramo de esta trama, de la técnica, incluida la ortografía y el formato (e insisto esta es una clasificación propia, y no amerita ni desmerita ningún otro enfoque, sólo es mi enfoque). Pues bien, dicho esto, me gustaría pasar, propiamente, al tema de hoy, a una narrativa visual cinematográfica sobre zombis. Me refiero a la película Day of the dead: Bloodline, a la cual nos referiremos aquí por su última palabra, Blodline, traducida al español, y disponible, como ya es costumbre en estos días, en la plataforma Netflix. Más allá de eso, me gustaría pasar a la historia: una epidemia de zombis comienza en un laboratorio –más precisamente en una morgue–, con un cuerpo, aparentemente muerto, el cual se levanta o resucita, comenzando así la contaminación, la epidemia… La trama avanza, para disfrute del espectador, hacia una condición social imparable e insostenible en la cual –no obstante lugar común–, buena parte del país se ve paralizada, y un grupo de soldados levanta un refugio o bunker en el cual se resguardan de los carroñeros, término con el cual se refieren a los eternos zombis. En este caso tendremos la presencia de distintos protagonistas: Zoe, una mujer joven, quien es médico, y se verá acosada por Max, un paciente, que también se verá afectado por la epidemia de carroñeros (será mordido, irremediablemente); Baca, quien, apareciendo más adelante, sabemos es el novio de Zoe, y uno de los soldados del búnker; Lily, la niña por la cual se buscan los antibióticos, y Miguel, soldado a cargo de dicho refugio.

Los mencionados zombis, carroñeros, tienen sus particularidades. Desde luego, a diferencia de muchos, no andan: corren, son más rápidos, contexto con el cual, de manera natural, tendremos al villano de la cinta, Max, quien representa el tema (concepto): la víctima y el victimario; la protagonista, por cierto, le otorga un tono, relativo, de novela juvenil a la historia.

Regresando a Max, será convertido, y realizará una búsqueda, insistente, sobre la doctora; una monstruosidad en sí misma, metaforizada, narrada, en la figura del zombi que –relativamente– piensa, actúa y se comporta de manera ‘consciente’. Es decir, a pesar de la transformación, Max conserva algunas cualidades humanas (como de hecho se observa en pruebas médicas realizadas más adelante). Así, este zombi, luego de subterfugios, avances y retrocesos, es capturado dentro del búnker, y más adelante, desata un caos que termina en una epidemia y ataque de zombis al interior del búnker.

Sin que sea una obra maestra, como ejercicio didáctico para la práctica y el entendimiento del concepto en literatura, me parece una excelente opción, al tiempo que nos muestra un tema eterno, como es la relación víctima y victimario, plasmado perfectamente en este subgénero literario, el de los zombis, canalizada en la figura el psicópata.

Finalmente, Zoe se liberará del monstruo, victimario, terminando, así, dicha relación y convirtiéndose, por decirlo literariamente, en una heroína, princesa de los cuentos de hadas, como hay tantas, que se liberan del monstruo por medio del actuar consciente, representado aquí por una imagen en la cual le corta la cabeza a su victimario.

A temor de extender un poco más este artículo, diré que, merecidamente, esta película es una remasterización válida al tema de los cuentos de hadas clásicos: el castigo al malo de la historia. Es decir, así como, por ejemplo, en la Cenicienta unos pájaros arrancan los ojos a las hermanastras malvadas; tema, por cierto, temido por los mojigatos, quienes, muchas veces atacan –de manera oculta– lo que, metafóricamente, aparece en las historias como estas imágenes.

La película está protagonizada por Sophie Skelton, Marcus Vanco, y Johnathon Schaech, además de estar basada en la cinta homónima de George A. Romero, una clásica en el género de películas sobre zombis. 




sábado, 15 de mayo de 2021

La orden secreta y los arquetipos junguianos, un apunte brevísimo sobre cómo colocar referencias literarias en un cuento, el caso de Wotan

Jorge Sánchez Jinéz

 

El cuento televisivo La orden secreta,, distribuido por Netflix, cuanta con un par de temporadas, a donde se enfrentan dos grupos secretos, por un lado, la orden secreta, La orden hermética de la rosa azul -la Orden-, y por otro, los caballeros de San Cristóbal, un pequeño grupo de hombres lobo, incluida una chica), dedicados a combatir a sus enemigos; los protagonistas de ambas se verán enfrentados y con dinámicas que los pondrán, de un lado y otro, al pasar los capítulos, pues aunque al principio parecen enemigos, estos últimos terminan uniéndoseles, con la intención de protegerlos “de amenazas internas y externas”, mediante la firma de un contrato extraño y mágico, que los pone en esta posición, política, por decirlo así.

La historia se centra, un tanto, en Jack, y en Alissa, enamorados; por lo demás, la verdad, la trama está, digamos, bastante balanceada, al grado de no contar con algún protagonista específico, podría decirse que la historia misma es la protagonista, es una de esas historias, a donde, curiosamente, hay un balance interesante y rico entre la trama y los personajes, ni lo uno ni lo otro pesa más. Como sea, todo el resto de los personajes constantes: Edward Coventry, Gran Mago, reemplazado después, por Vera Stone, la Gran Maga; los caballeros de San Cristóbal-hombres lobo: Randall, Lilith, y Hamish; el lobo y la aprendiz de bruja Jack Morton y Alyssa Drake.

En algún punto determinado, los hombres lobo, los caballeros de San Cristóbal, ya integrados a la Orden, enfrentarán a un demonio que –despertado por algún mago antiguo–, será capaz de causar una gran catástrofe, su nombre es Rowan, y fue el causante de la segunda Guerra Mundial (en la ficción). Ahora bien: ¿quién es Rowan? Necesitamos detenernos aquí, para este este momento de la trama, Jack ha experimentado, a causa de una especie de desmayo, el encuentro con un mundo invisible, secreto e insustancial: el inconsciente colectivo, de Carl Jung, según mencionan los propios personajes; es de conocimiento general que, precisamente, el inconsciente colectivo es a donde se alojan los arquetipos. Y, también, que Rowan es, precisamente, uno de estos arquetipos. Pero ¿qué arquetipo es? Nada más y nada menos que Wotan, un arquetipo postulado y referido por el propio Jung (en la vida real), en su texto homónimo[1]: un demonio poderoso, que en ocasionó la segunda Guerra Mundial; así, la referencia, de uno a otro es inminente, aún más, teniendo en cuenta la mención del inconsciente colectivo de Jung. Este autor define a Wotan bajo distintas referencias, nos advierte de su presencia, en sacrificios animales, de jóvenes alemanes, así como en escritos de Nietzsche:

 

Quiero, Desconocido, conocerte,

a ti que penetras en lo hondo de mi alma,

que pasas cual tormenta por mi vida.

 

Y en Hans von Wolzogen:

 

Desde la mañana, armado con su escudo, un gigante viaja,

y así, furioso, el gusano del mundo se encabrita:

fustiga a las olas, gritan los númenes

ávidos de cadáveres, pues la Nave de los Muertos ha partido.

 

Este es Rowan, que, dicho sea de paso, suena muy parecido a Wotan, un cuasi anagrama, un truco frecuente en la literatura, homenaje de un personaje, autor o información que se lee entre líneas; en el caso de La orden, se trata, de un dato –una información– psicológico: los arquetipos, en especial el Wotan, el lado a sombrío que teorizó Jung y que en la serie de televisión aparece con el mencionado cuasi anagrama; de este modo, la relación queda señalada: Rowan y Wotan son el mismo. Aunque, como en otros capítulos, no se vislumbra una catástrofe (no es el objetivo y, curiosamente, tampoco se necesita para mantener la tensión narrativa). Finalmente, pues, allí queda la técnica –la intertextualidad, diríamos en literatura–, sobre cómo los personajes de nuestras historias pueden, claramente, argumentarse desde algún enfoque psicológico, mantener y alimentar nuestra narrativa, en el papel, o en la pantalla, logrando, así, la inserción de dicha referencia literaria: un dato dentro de una historia.

 


[1] Es importante recordar que el texto citado aquí se titula Wotan, escrito por Jung, y se encuentra en el volumen 10, Civilización en transición de sus obras completas, en español.

 

        





viernes, 14 de mayo de 2021

 El enamoramiento en Ghost, la sombra del amor

Jorge Sánchez Jinéz

 

El enamoramiento, ese evento ya singular, de corte humana, lo detecté por primera vez en lo infancia, no en mí, como ocurren en la harto conocida visión de José Emilio Pacheco, Las batallas en el desierto (¿sería un enamoramiento como el que vamos a plantear aquí? No lo sabemos, pero, de hecho, sabemos que Carlitos le confesó su amor a Mariana). Ahora bien, volviendo al tema, lo escuché por primera vez en mi infancia, en alguna estación de radio de la vecina, una mujer hablaba con el locutor y le decía, más o menos, que no podía olvidarlo a él, a su amor, o así lo entendía yo. Como sea, el caso es que, más allá de las palabras, notaba un tono, ese tono, el del enamoramiento, y no fue sino hasta varios años después que, ahora sí en mi piel, sentí dicha pasión, pero esa es otra historia, porque quiero recalcar ese enamoramiento especial (todo enamoramiento lo es), del cual parece haber algo más: el alma gemela dicen quienes andan en los avatares de las vidas pasadas, anteriores, o desde la psicología, el inconsciente colectivo; el alma gemela, esa experiencia, más allá del enamoramiento común; muchos nos hemos enamorado, pero bien sabemos que ese enamoramiento tiene algo de especial, no se repite, no sólo en el sentido de que cada persona es única, sino que, precisamente, uno siente que hay algo distinto, más allá de otros enamoramientos, uno lo sabe; de allí frases como: no puedo dejarlo, siento que lo conozco de otro tiempo u otro lugar, etc. (y, ojo, que la cuestión va más allá de la dependencia, la patología o el apego). A lo que quiero llegar, pues, es a diferenciar ambos enamoramientos, insistir, uno siempre pasa por esto, pero aquí hay algo más especial (todos lo son); en mi caso, cuando la conocí, sentí que una burbuja se reproducía alrededor de nosotros –una cuestión meramente energética–, y ella lo confirmó diciendo: siento que estamos en otro lugar; solo nos tomábamos de las manos, nada más, y allí el cielo estaba presente. Era la experiencia contada por la señora del radio.

En cuanto al tema que nos trae aquí, hablaré de Ghost, la sombra del amor, del director Jerry Zucker, con los actores Patrick Swayze, y Demi Moore, como protagonistas, acompañados por Whoopi Goldberg; la trama engloba la historia de Sam y Molly, quienes viven en Nueva York, enamorados; él muere y, gracias a una intermediaria, se comunica con ella.

Sumado a la trama, quisiera destacar el tono del cual hablaba hace un momento, ahí está. A diferencia de otros amantes, que huyen cuando encuentran el amor, estos no, pero la muerte los aleja, y al mismo tiempo, los une, dejándolo a él, finalmente, marcharse hacia el más allá; por supuesto no es un amor completo, no en esta vida. Pero hablando del tema, ahí está; no hay desprotección como en el amor cobarde que postula o teoriza Clarissa Pinkola Estés (también habla de cómo solucionarlo), o del amor verdadero, pero en riesgo, del que habla Octavio Paz.

No, Ghost no habla de eso, sino de la concreción del amor, a pesar de la muerte, y habla, aún más, del amor de las almas gemelas, para quienes crean en ellas; o de un amor muy profundo, del que escuché en la radio, cuando era niño, para quienes no crean en otras vidas, pasadas; el caso es que ese enamoramiento tiene otro tono, que ya lo descubrirá quien lo viva, quien escuche, y no (o necesariamente), quien lea acerca de ello. Finalmente, –no obstante, como paradoja–, baste recordar, en el tema del enamoramiento, Ghost, la sombra del amor.

 

Nota post

Ya sea que la persona se vaya, se quede, se nuestra aquí o allá, que se complete el amor, la segunda recomendación, que no puede dejarse pasar es el soundtrack de la película, Unchained Melody, adaptada de su versión instrumental, con letra, por los Righteous Brothers. 


martes, 11 de mayo de 2021

Cinco cuentos sobre vida después de la muerte, reanimación, resucitación

Jorge Sánchez Jinéz

 

En este primer apartado tendríamos que empezar, necesariamente, con un cuento de la escritora británica J.K. Rowling, por demás conocida gracias a su saga sobre Harry Potter, que en está ocasión nos servirá de referente para hablar de otra de sus obras, un compendio titulado Los cuentos de Beedle el Bardo, una colección de historias breves, una de ellas es el objeto de este tema: El corazón peludo del brujo, un cuento sobre el amor más allá de la muerte que un mago sienten por su amada, pero que, no obstante el intento de este por traerla de vuelta a la vida, fracasa; desde luego, el mago mediante el uso de una piedra maravillosa que gira en su mano, intenta dicho artilugio, que falla, pues la amada aparece sólo un momento en el mundo de los vivos, pero no pertenece a él; como la propia Rowling argumentaría, no hay artilugio capaz de regresar a los vivos a este mundo. Cómo sea, bien mencionaba al inicio que este relato es el punto de partida para hablar de otros.

El siguiente cuento que me viene a la memoria es Herbert West, reanimador, de H.P. Lovecraft, escritor estadounidense, creador del llamado horror cósmico -que debe su nombre, precisamente, a los encuentros, sucesos y aventuras que los personajes de sus historias experimentan con elementos de universos desconocidos, seres inter dimensionales, y elementos mágicos, entre otros-. Cómo sea, en esta historia Lovecraft narra la vida de un joven médico que, junto a su compañero y ayudante, logra experimentar en los cuerpos de muertos. El médico practica distintas técnicas de reanimación, para devolver la vida a los seres ya extintos; quiere, por decirlo así, resucitarlos, restituir el soplo de vida que tienen los vivos, y los muertos no; como sea, West, consigue hacerse con numerosos cuerpos a lo largo de su carrera como médico y reanimador (numerosos, considerando lo difícil que resultaría tal acción); West obtiene cadáveres frescos de distintos lugares como la propia facultad, y, más adelante, de alguna guerra, en la que, precisamente, encuentra el cuerpo más recientemente fallecido, y al cual le aplica una técnica que lo hace proferir un horrible y estremecedor quejido, que lleva a éste a levantarse y, finalmente, a estremecerse y matar a su propio creador.

Un tercer cuento, más bien versión cinematográfica, del tema, es la serie Fringe, creada por J.J. Abrams, quien, junto con un amplio equipo ha desarrollado una historia compleja sobre ciencia y los límites que implica en la vida cotidiana, pero, sobre todo, en casos policiacos, que la agente Dunham resolverá junto a Peter Bishop, y Walter Bishop, padre de este último y científico loco, a quien sacaron de su encierro, un manicomio, de manera expresa para esta situación. Dunham, es ayudada, también, por otros personajes como Charlie, policía y compañero suyo; algunas sorpresas, por cierto, se encontrarán allí. En fin, una seria cautivadora, en cuyos capítulos, o que, en uno de ellos, explorará el tema de la muerte después de la vida, o la reanimación: una experiencia de la cual logran rescatar un cuerpo, analizan sus pupilas para encontrar los últimos instantes de vida; la compañía encargada del trabajo es Massive Dynamic.

El cuarto cuento, o historia novelada es Frankenstein, de Mary Shelley, quien, en un invierno, encerrada con unos amigos se propuso el reto de relatar una historia sombría, cuyo resultado es, y fue para ella, Frankenstein. La trama, harto conocida, relata la vida del doctor Víctor Frankenstein, estudiante de medicina, cuya labor se centra, en algún momento de la historia, en recrear un ser (no un ser humano), a partir de retazos de cadáveres, de seres ya fenecidos; estos mismos seres, parecen ser el reflejo de lo que busca el engendro (jamás denominado con el nombre de su creador, como ha mencionado la cultura popular: él es el creador, no la creación); así, el monstruo se revela frente a su inventor, y acarrea desgracias donde sucumben los integrantes de su familia; la novela concluye con la muerte de Víctor Frankenstein, mientras que el monstruo, arrojándose en el mar, para perderse, queda en el total olvido.

La tradición popular nos ha traído la resurrección de Cristo (Jesús convertido o alcanzando el estado crístico, Jesús Cristo), como la más conocida de las categorías aquí dispuestas: la resurrección. Y más allá de los evangelios, los cuales, no obstante, hablan de este hecho primordial, Jesús es el redivivo más celebre de la historia, no reanimado, como en los casos de West o Frankenstein; ese es Jesús, el Cristo resucitado, de quien hemos dicho ya que el cristo es un estado de conciencia, un modo limpio y puro de ser y estar en el mundo, aun cuando él no es del mundo. Como referente literario, tenemos la Biblia, cuyo significado es el Libro, y que alberga los eventos posteriores al hecho: la aparición a María y los apóstoles, luego de lo cual Jesús ascendió al cielo, en cuerpo y alma, trascendiendo, así, la vida después de la muerte.




miércoles, 5 de mayo de 2021

 De zombis, muertos vivientes, y no muertos

Jorge Sánchez Jinéz

 

El día de hoy quisiera abordar un tema que, en lo personal, me causa estragos, quizás por mi condición personal, de aún no sanación completa, o insuficiente para responder a algunas condiciones violentas sobre la vida, injustas, o quizás simplemente terroríficas. Pero vayamos a ello, porque más que una cuestión personal, insisto, el día de hoy quisiera hablar del tema, desde la metáfora, desde la literatura, como ya es costumbre, pero enfocada al cine (recordemos que toda serie película o producción, tiene, antes que nada, una producción escrita, un guion, literario, o no, pero un guion). Como sea, empecemos con la cuestión del zombi ¿Qué es el zombi? ¿Quién es el zombi? Es un muerto viviente o un no muerto, las alegorías abundan, y podríamos enumerar montones de ellas para explicarlo: un ser no vivo, un ente que navega entre la vida y la muerte, o que vive a medias; esto, traducido a la vida cotidiana, sería un oficinista, dice Alejandro Jodorowsky (aunque no necesariamente cualquier oficinista, los hay, y los habrá que disfruten su trabajo y estén vivos); pero, hablando un poco más allá de la forma, podría tratarse de cualquier persona que, anestesiada en su dolor, ya no se dedica a vivir, sino a sobrevivir, y de allí la figura del zombi (toda alegoría es una condición humana). Todo es metáfora, podríamos, incluso citar a Lacan. Volviendo al punto, sea, quizás, necesario realizar una breve clasificación de estos tres aspectos, de estos tres seres condenados (aunque sea temporalmente), a la condición de seres humanos repelidos por el dolor, ausentes de la vida (¡qué dramático!). Empecemos pues, con los zombis. Zombis, seres de categoría inferior a los humanos, normalmente, nacidos o renacidos a partir de un experimento científico fallido, un virus, o, simplemente, de origen desconocido; suelen morder, arrancar el pedazo, sangran, babean, gruñen, y aunque lentos al caminar (de ahí también que les llamen caminantes), si te alcanzan, será tu fin; las versiones conocidas y reconocidas van desde la enigmática y paradigmática La noche de los muertos vivientes, de George Romero, (en su versión en blanco y negro, ¡fantástica!), hasta The Walking Dead, con sus más de nueve o diez temporadas (¿alguien sabe en qué temporada vamos y si ya terminó?); sumaríamos a ellos, según investigué, el propio video Thriller, de Michael Jackson, montones de películas de reciente creación, y alguna novela española, donde los zombis brotan como plagas; en fin, hay montones de versiones, y agotarlas, parece imposible, pasemos, mejor, a la siguiente categoría. Muertos vivientes; aunque podríamos incluir aquí a los mismos zombis, sólo me gustaría diferenciarlos porque éstos vuelven a la vida, gracias a la intervención de un mago o brujo que, mediante encantamientos, es capaz de revivir a un persona y hacerse con su voluntad; el hecho, histórico, metafórico o real, sucede, en efecto, en Haití, y consiste en encantamientos, rituales, o hechizos capaces, de levantar a una persona luego que su condición de muerte, de allí su nombre; ese es el origen del zombi actual, como muchos lo conocemos, el que se arrastra, muerde, y no muere, salvo algún disparo en la cabeza. Llegamos por fin, a la tercera de nuestras categorías. Los no muertos, hijos todos de Drácula, encuentran su origen en este ser, nacido entre la realidad y la ficción. Inmortalizado por Bram Stoker, el vampiro más conocido de la literatura, el cine y la cultura popular, encontró su primera publicación en una novela escrita a base de cartas. A partir de allí han surgido innumerables versiones y adaptaciones, tanto literarias como cinematográficas (por ejemplo, la serie creada por Anne Rice), y a su vez las adaptaciones pertinentes de ésta última… una muy divertida, ya no de Rice, sino de Drácula, es El conde Pátula, una caricatura de finales de los ochenta, y principios de los noventa. Una última referencia sería La historiadora, una investigación documental, novelizada por Elizabeth Kostova, de quien hablaremos en otra ocasión, por merecer atención su interesante El rapto del cisne, una historia sobre un paciente mudo, por condición –mutismo, en realidad–, y cómo su terapeuta va en busca de la solución para que confiese un secreto o el secreto de su falta de habla. Como sea, he mencionado este último dato, aparentemente alejado del tema, porque, en realidad, esto nos lleva al origen del artículo: la metáfora del dolor humano (y su propensión al ataque), colocada en la figura o figuras del zombi, el no muerto, y el muerto viviente. Pues bien, retomando a Jodorowsky, éste coloca en algún lugar de sus redes sociales, un post donde dice algo como: Maestro, ¿por qué tienes tantas cicatrices? Porque los que sufren muerden, responde el maestro. Bien, esta es la respuesta, el origen, quizás, de muchas de las creaciones que acabamos de enumerar y clasificar (una clasificación propia), y del origen, también de este artículo: las mordeduras de estos monstruos o de las zonas monstruosas de otros seres humanos y de las que, muchos, hemos sido víctimas, o simplemente, receptores de ello, representarían lo que Stephen King denominaría La zona muerta, metáfora, también, de estas zonas anestesiadas del ser humano que, a veces, hacen morder a los otros, y a esos otros, escribir sobre el tema... en fin, una espiral o círculo que parece no tener fin, y que, para terminarlo, simplemente recomendaremos las lecturas mencionadas para un disfrute más allá de lo que, en lo personal, cada uno pueda vivir.

 

Nota final

Por ahora no sé dónde cabrían otros engendros, como Frankenstein (¿no muerto, muerto viviente o zombi?). ¿Tú dónde lo pondrías?



jueves, 1 de abril de 2021

 El duende en la literatura, y en el cine

Jorge Sánchez Jinéz

 

En el libro La psicología del yoga kundalini Carl Gustav Jung habla sobre el enano de las historias literarias; menciona, ahora mismo no tengo el dato, alguna novela, donde un personaje de estas dimensiones, funciona a nivel psíquico como una representación o símbolo de nuestros complejos, es decir, aquellos núcleos que, con cierta autonomía, ejercen fuerza y atención, para actuar, digamos, de mala manera: en la vida cotidiana, podrían representar olvidos, omisiones, negligencias, y errores de distintas magnitudes y clases. Hasta aquí el tema de Jung y los complejos, más o menos funcionales.

Otro respecto, sin embargo, nos merecer hablar de los duendes malditos y el terror, y en ese sentido me gustaría trasladar lo mencionado arriba hacia un escenario funesto (pero sólo aquí, en el papel), a donde al enano como complejo le sumamos una historia de terror, en el cine hay muchas de ellas. En este caso, estaríamos hablando de un complejo mucho más poderoso, más potente y que representaría, ya no un olvido o un elemento similar, sino un terror, interno, por supuesto, y en algunos casos hasta una perversión; pero vayamos más despacio. En el caso del terror, estos enanos o duendes malditos nos hablarían –arguye Alexander Lowen, un psicólogo y terapeuta corporal–, de los miedos internos, la manera en cómo se manifiestan, que son las antedichas historias de terror. Importante sería añadir que las narrativas en donde estos monstruos son derrotados, equivaldrían a la victoria, o no, sobre esos complejos que nos atemorizan; así, las películas de terror tomarían un aspecto relevante, tanto más allá de “disfrutar” de la trama y el estrés positivo, o adrenalina que nos generan las persecuciones, escapes o aventuras presentes allí; en otras palabras, el terror narrativo es, digamos, un reto en nuestra vida cotidiana, a partir de vencer, primero, los miedos internos, eso nos dice Lowen. Para completar el tema, quisiera recordar sólo algunos de los muñecos, duendes malditos, o enanos, que hablarían, narrativamente, de ello: Slappy, tanto en su versión escrita, por R.L. Stine, como la del cine, en Escalofríos; El duende maldito regresa, del director, Steven Kostanski; y Chucky, el muñeco diabólico, en sus distintos filmes.

Ahora bien, más allá de los combinar teorías o enfoques, como podría notar el lector –he citado a Jung y después a Lowen, me parece interesante y provechoso, cuando sea posible, integrar los conocimientos, que, en este caso, nos ayuda más bien a construir un mapa de la mente, y sus dinámicas.

En ese sentido, un último apunte, sobre el enano, sería el distinguir a los muñecos pre edípicos, como los minions, enanos –como los de Blanca nieves (recuérdese que la princesa “duerme” con ellos y conserva su castidad), o los Oompa-Loompas de Charlie y la fábrica de chocolate, pues todos ellos representan, eso, simplemente, un estado anterior de la conciencia sexual y humana, esto es, son inocentes, niños, casi bebés andantes que aparecen, sobre todo, en la literatura infantil como representaciones de estados anteriores de conciencia, como se ha dicho y de desarrollo, en general; unos bellos personajes para decorar, amenizar y completar las narrativas fantásticas o infantiles. ¿La fuente de este último dato? Bettelhein, en su Psicoanálisis de los cuentos de hadas, habla de ello, de los pre edípicos, así como de otros cuentos infantiles, pero eso, diría Michael Ende, debe ser contado en otro momento.


Nota post

Especial atención merecerían, también, los enanos trabajadores: los forjadores, herreros, representan, quizás, nuevas habilidades adquiridas, destrezas físicas o psíquicas que aprendemos durante nuestro andar en la vida; ejemplos sobran, pero uno, eterno, sería quizás, el hobbit, de J.R.R. Tolkien, o aquellos presentes en diferentes sagas, actuales, y antiguas, que encuentran, todas ellas, su base en el arquetípico El señor de los anillos.




miércoles, 10 de marzo de 2021

Gmork el lobo, de La historia interminable

Jorge Sánchez Jinéz


En el capítulo dedicado a este personaje, encontré la pauta para colocar dentro de la narrativa tres elementos metaficcionales, y con ello quiere referirme a estos: el personaje como símbolo, la tipografía, y la propia historia; trataré de explicar cada uno, de manera breve. En el caso del primero, Gmork está funcionando como puente entre el mundo humano y el mundo fantástico, al ser una criatura mitad hombre, mitad animal está representando esa dualidad entre lo real y lo irreal, lo real y lo imaginario, lo humano y lo fantasioso: en algún momento determinado, luego de varias aventuras, Atreyu -encargado inicialmente de portar a Áuryn-, se encuentra con este personaje, quien le dice que la única manera de acceder al mundo humano, y así adelantar la salvación de Fantasía, es introduciéndose en la Nada: en ese sentido, Gmork representa como personaje-símbolo dicha situación. En segundo lugar, tenemos la tipografía del libro, el volumen físico, a donde encontramos dos tintas, una de color verde, escribiendo, o dándonos a conocer la historia dentro del libro, y una de color rojo, con la cual el autor narra la historia de Bastián, en el mundo humano; esta novedad, es ya un elemento de metaficción. Finalmente, tenemos un tercer elemento, la propia historia de La historia interminable, a donde -más allá de las tintas-, se cuenta la trama de dos mundos interrelacionados y el tránsito de personas y personajes de un lado hacia el otro, y la importancia de ello: la muerte o la vida para Fantasia, todo ello a condición de dar un nuevo nombre a la emperatriz infantil.

Hay muchas más aventuras, elementos y personajes situados antes y después de la entrada de Bastián al libro, muchos de ellos resultan, no obstante tratarse de literatura infantil, complejos, pero también enriquecedores.

En ese sentido podríamos concluir que Michael Ende nos brinda, por medio de tres elementos un perfecto ejemplo de metaficción a distintos niveles: el personaje como símbolo, la tinta del libro físico, y la historia contada en la novela. Una genialidad.




 

domingo, 17 de enero de 2021

El otro, de Borges, un breve análisis simbólico

Jorge Sánchez Jinéz

 

El cuento El otro, del escritor argentino Jorge Luis Borges contenido en el maravilloso ‘El libro de arena’, no deja de ser un texto que aborda el eterno tema del doble, como ya sucedió con Dorian Grey (sí, finalmente ese es el tema), y especialmente con El extraño caso del doctor Jekyll y mister Hyde, de Robert Louis Steven.

De este modo el cuento de Borges constituye una exploración, desde la literatura fantástica, del tema del doble, un arquetipo en el cual un personaje se desdobla sobre sí mismo, desplegando características, en muchos casos, que caen en las polaridades bondad y maldad, por decirlo de algún modo: positivo y negativo, luz y sombra, etc. Como sea, en el cuento de Borges es, por cierto, una polaridad similar la explorada aquí: la vejez y la juventud. Naturalmente, es el Borges anciano (el autor se ha colocado a sí mismo como personaje, dotando así al texto de una característica autobiográfica muy valiosa)… el Borges anciano, pues, es el narrador de la historia y quien, de manera natural, se encuentra con su otro yo, joven, inexperto aún en algunos casos, o poco conocedor -es normal- de eventos futuros ya sucedidos en la vida del otro; es Borges anciano quien le revela detalles de  la vida cotidiana -como la localización de libros e instrumentos de cocina o caseros-, para convencerlo del evento vivido en ese momento; lo instruye o avisa de eventos históricos, como la gran guerra, y le dice, le confiesa de manera poética (aún más sabiendo esto como una experiencia del autor, no sólo del personaje), acerca de una ceguera que sufrirá con el tiempo: es como un lento atardecer de verano, le dice al muchacho.

Más adelante, en la historia ocurre un punto necesario (después de cruzar uno o dos referencias más, históricas, personales y, en especial. literarias, de hecho, en algún momento se menciona El doble, de Dostoievski, razón no está en sí misma, sino el tema completo del cuento lo que me dio la pauta para iniciar el artículo de tal forma).

Un punto central de la historia (pasado el referente de la ceguera), es determinar la naturaleza del encuentro: acaso se trata de un evento real; parece importante confirmarlo, negarlo, o al menos, ponerlo en duda; para ello, el Borges anciano, le propone al joven intercambiar un billete y una moneda (“el arco del escudo de plata perdiéndose en el río de plata”), el anciano entrega el papel, el joven la moneda -o escudo-, y este último lee en el billete una fecha, que después resultará ilusoria, falsa, afirma el narrador, pues todo consistía en determinar si se trataba de un hecho real o un sueño: esa convergencia de dos tiempos y dos espacios en uno solo; determinar dicha naturaleza parece una tarea principal (además de funcionar como metáfora literaria del paso del tiempo, en general, y en la vida humana, en especial en la del propio Borges, como autor). Así, pues, al entregarle el billete al joven, este afirma: “No puede ser… Lleva la fecha de mil novecientos sesenta y cuatro”. Finalmente, ambos se van (previo acuerdo de reunirse), circunstancia que no ocurrió, afirma el Borges anciano. Como sea, después de ello, el narrador busca dilucidar la naturaleza del encuentro. El joven estuvo en un sueño (soñó, por lo tanto, la fecha del billete); mientras que, para el anciano, el hecho fue real; para el joven, el evento se desvaneció; para el viejo, fue una experiencia real que, simplemente, trató de olvidar o de contarla como un cuento, y de allí su nacimiento. Aquí termina el texto, escrito por Borges, el autor.

Él mismo confesaría hacia el final de su vida cierta incapacidad para entregarse a ella por completo, de ahí la importancia, no obstante, de volver a este cuento y añadir el siguiente apéndice.

Nota extra: en el cuento aparecen dos símbolos importantes que ocurren dentro del diálogo de ambos personajes: el río y la plata, el primero aparece un par de veces (el narrador menciona o refiere a Heráclito y su perene imagen del tiempo, postulada en el río y su devenir imposible); en el caso de la plata aparece en el escudo que el joven le entrega al anciano, y en un mate o samovar que existe en la casa del joven, referido por el viejo. Ambos símbolos, aun siendo materiales, físicamente, representan, a mi gusto, representaciones -más allá de la referencia a Heráclito-, el paso del tiempo, el cabello cano, y la longevidad, en el caso de los objetos de plata. Un tercer símbolo, más particular, menos universal, es la ceguera, ese “lento atardecer de verano” que nos habla de una confesión secreta, poética y personal del propio autor, lo cual convierte al cuento y a sus personajes, en especial, quizás más al anciano, y al propio Borges autor, en un personaje, como se dice en la literatura, memorable, y de allí, gran parte de su belleza, literaria y, claro, humana. 




El Panóptico en la literatura

Jorge Sánchez Jinéz

 

El concepto de Panóptico fue utilizado originalmente para designar un retablo, en cuyo centro se encuentra una torre o atalaya que permite ver la cárcel completa, las celdas que se ubican alrededor de ella, para así poder vigilarlas, estableciendo así una situación de control sobre los presos.

Ahora bien, este Panóptico, que parte de la arquitectura sería retomado por Michel Foucault, quien al adaptarlo a su teoría sobre el poder lo dotaría de acepciones relativas al control, el sometimiento, y la superioridad de una posición psicológica, social o económica.

En ese sentido, hay algunas obras literarias que adoptan dicho concepto; un ejemplo es la novela El Sistema, de Ricardo Menéndez Salmón, ganadora del premio Biblioteca Breve 2016. La historia cuenta la vida de un constructo geográfico, ordenado en archipiélagos, que, en conjunto, llevan el de la novela; este sistema, ha tenido periodos temporales Protohistoria, Historia Antigua, Historia Moderna e Historia Nueva, éste último es donde se desarrolla la trama. En ella, el encargado de registrar los hechos es el Narrador, como las guerras, crisis políticas, movimientos económicos, etc.

Entre ese barullo de eventos, lugares, personajes (siempre señalados en genérico, y con mayúsculas), destaca la aparición del Panóptico, un lugar donde:

“Fuera de la Estación existe un perímetro de seguridad: cemento y hormigón, ladrillo y hangares, casamatas y enseres de intendencia, cuadrículas cerradas, bosques de antenas, bloques espartanos, una soberbia torre de vigilancia: el Panóptico. El personal que lo habita es enigmático, una policía invisible. Más allá de ese arco protector están las carreteras, las ciudades, la vida estipulada, ordenada y comunitaria, de los Atributos y los Accidentes”.

Es decir, aquí encontramos la inserción del concepto foucaultiano, y/o bien del simple uso de la palabra, como se hacía en arquitectura, no lo sabemos; pero finalmente, como notamos en el texto citado, ambos conceptos convergen. Así, notamos, además de dicha inclusión, la habilidad escritural del autor para colocar un concepto científico y/o histórico en una narrativa, la propia, que, sin salir de un contexto marcado desde el inicio de la obra, encaja de manera íntegra; una capacidad peculiar del autor.

Por otro lado, la inserción de una palabra científica no es única en la literatura, ya se ha hecho en otros momentos y la vemos con otros autores -digamos, Ray Bradbury, quien en Farenheit 451, o en cuentos como El peatón pone de manifiesto este concepto bajo una policía hiper vigilante -dedicada a capturar y someter a quienes conservan libros, en mundo donde quedan prohibidos-, que, simbólicamente, termina siendo un panóptico.

Así, pues, El Sistema de Ricardo Menéndez Salmón se enmarca dentro de esta clasificación panóptica.

Cómo apunte final habría que señalar que el archipiélago que conforma El Sistema no es sólo geográfico, sino también literario, la narración está dividida en fragmentos: archipiélagos literarios que coinciden con los descritos dentro de la novela.

Y esa convergencia, ese coincidir, es, al parecer, un disfrute particular de dicha obra.



lunes, 4 de enero de 2021

The mandalorian, la filosofía de sus personajes

Jorge Sánchez Jinéz

 

Las narrativas heroicas suelen estar acompañadas de alguna filosofía a partir de la cual se ordena la historia de sus protagonistas; estos modos de ver la vida pueden ser reales -basados en alguna religión, ciencia o tradición, o se conforman a partir del propio universo generado por el creador o escritor(a) de la historia: algunos ejemplos de ello son: la Fuerza, en La guerra de las galaxias, el presente en la película El camino del guerrero; el destino, en la novela La espada del destino… hay tantas más. Pero ahora quisiera centrarme en una serie de televisión que complementa el universo de La guerra de las galaxias. Me refiero a The Mandalorian, con personajes memorables cuya vida se encuentra sustentada, precisamente, por una filosofía de vida.

La historia gira alrededor del mandaloriano, un cazarrecompensas que tiene como trabajo encontrar a un niño, un bebé de ‘apenas’ cincuenta años, y que según sabemos por el contexto de La guerra de las galaxias, pertenece a la raza del maestro Yoda; dicho trabajo lo obliga a entregar al niño; no obstante, después de realizarlo, regresa por él, huye, y decide cuidarlo, pese a los problemas que le trae ello.

En ese sentido, me gustaría mencionar tres personajes que hablan de dicha filosofía.

El mandaloriano. Din Djarin, This is the way, este es el camino. Con esta frase aceptemos la vida tal como viene, hay una corriente, una sabiduría más grande que nosotros, los seres humanos (o lo seres del universo en The mandalorian), y ésta nos indica qué hacer, porque nosotros somos menos sabios, o, dicho de otra forma, podemos acercarnos a esta sabiduría, simplemente, siguiéndola.

Kuiil, I Have Spoken, no se hable más. Estas palabras nos indican o nos invitan a acatarnos a los hechos, no crear ruido alrededor de una situación concreta, a condición de actuar o hablar con la verdad: no se hable más, las cosas son así, y está hecho.

IG-11. Aunque no tiene una frase definida, habla de proteger al niño, estoy programado para cuidar, se le escucha constantemente, y así lo hace hasta el final de su existencia, robótica, pero llena de sentido.

Estos son, pues, los tres personajes, cuya filosofía de vida -explícita al mencionar dichas palabras, respaldadas por sus acciones-, puede resumirse en la figura del héroe, un arquetipo cuya manifestación consiste -ya en la vida humana-, en cumplir de nuestros objetivos (terrenales, espirituales, etc.), hacernos cargo de ellos, dentro de límites aceptables y sanos para nosotros y para los demás.

En cuanto a la escritura de una novela, cuento, o su proyección en el cine o la televisión, sería importante apuntarse a una de ellas, alguna que resalte el valor, la verdad, la autenticidad, que son cualidades o valores abstractos, pero que para ponerlos en práctica están, precisamente estas historias, cuyos personajes -símbolos y no personas-, representan perfectamente la manera en la cual emplear estas ‘armas’… En fin, más allá de la cuestión ética, quisiera resaltar el valor práctico de estas historias, la filosofía de vida -que no es su propósito principal-, y cómo sustentando el por qué y para qué de cada personaje vienen a contarnos lo que, en realidad, buscamos en algún momento de la vida: ser los héroes de nuestra propia historia. 

Este artículo, junto con otros, puedes encontrarlo en mi libro The mandalorian. La filosofía de sus personajes, en este enlace de Amazon



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